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Bienaventurados los pobres, porque tuyo es el Reino de Dios.
Dios de los pobres, nos llamas a estar atentos a las cosas que preferiríamos no ver, a las personas que preferiríamos no escuchar. La bondad de tu creación, la generosidad de tu provisión ha sido oscurecida, retorcida por la codicia y el miedo. La creación gime, sabiendo que no es el Reino que será. La voz de los pobres y oprimidos llega a nuestros oídos, incluso cuando es ignorada por nuestros propios compañeros. Enséñanos a buscar tu Reino con urgencia, para que podamos compartir su bendición con aquellos a quienes les has prometido.
Bienaventurados los que ahora tienen hambre, porque serán saciados.
Dios de los hambrientos, en la economía mundial y en nuestra propia economía actual, muchos hermanos y hermanas tienen menos comida, peor salud y menor esperanza de vida. Tus bendiciones son arrebatadas a los pobres por aquellos que se las han arrebatado para sí mismos. Te damos gracias por la generosidad y la energía de todos aquellos que trabajan en los bancos de alimentos y por las personas que trabajan para el desarrollo internacional, oramos para que reciban la gracia de luchar por un mundo en el que la ayuda y la caridad no sean necesarias, y en el que todos florezcan y sean satisfechos.
Bienaventurados los que ahora lloran, porque reirán.
Dios de los desolados, nuestra economía se enriquece con la mano de obra barata, nos vestimos con alegres ropas hechas con el sudor de los pobres, nos deleitamos con la música que tocamos en instrumentos hechos por los que trabajan solo para subsistir. Nuestras vidas están llenas de lujos tallados con las lágrimas de los pobres. Ayúdanos a trabajar por un mundo en el que los pobres tengan la misma dignidad que los ricos y disfruten de una parte justa de los frutos de su trabajo. Ayúdanos a llorar hoy con los que lloran, para que podamos reír con ellos cuando se regocijen en tu Reino.
Bienaventurados serán cuando los hombres les odien, y cuando los excluyan, los injurien y los difamen por causa del Hijo del Hombre.
Dios de los perseguidos y marginados, nos hemos preocupado tanto por nuestra paz que hemos apoyado la tiranía en lugares lejanos para mantener nuestros hogares seguros y protegidos. No hemos invertido en la educación, los derechos y la protección de los demás, no hemos escuchado los gritos de los presos ni las palabras de los que dicen la verdad. Ayúdanos a encontrar una voz intrépida que diga la verdad al poder, que reprenda al torturador y al abusador, que saque a los oprimidos de la cárcel y que ocupe un lugar junto a los perseguidos, para que, al estar con ellos, nos encontremos a tu lado.
Jesús, nuestro hermano, siervo sufriente y juez justo, moldea nuestras mentes en la justicia y moldea nuestros corazones con el amor, para que podamos asegurar los derechos de los pobres y oprimidos, desafiar las conciencias de los ricos y poderosos, y atraer los corazones de toda la humanidad a seguirte en el camino que conduce a la liberación de toda la creación y a la gloriosa libertad de todos los hijos de nuestro Padre. hijos, en el amor y la gloria de su Reino, ahora y por los siglos de los siglos.
Amén.
Doug Chaplin, Centro de Recursos de Justicia Social